Alfonso de Valdés autor de

'La vida de Lazarillo de Tormes, y de sus fortunas y adversidades'

Rosa Navarro Durán, "Introducción" a: Alfonso de Valdés, La vida de Lazarillo de Tormes, y de sus fortunas y adversidades, (Octaedro, 2003: 37-38)]

Lázaro no es un pícaro porque nunca aparece la palabra en la obra; será un pícaro Guzmán de Alfarache muchos años después, en 1599 […]. Lázaro es un mozo de muchos amos, como lo fueron Sempronio y Pármeno, los criados de Calisto, o Rampín, el criado de Lozana. […] La gran originalidad de Alfonso de Valdés fue centrar su relato en el mozo y no en la alcahueta o en los señores, cuyo papel literario se iba esfumando dentro del mismo género.

El texto que nos ha llegado del Lazarillo está formado por tres partes distintas: el prólogo del autor, la creencia y la declaración de Lázaro. […] El diminutivo Lazarillo sólo aparece una vez en el texto, lo llama así el ciego cuando muerde el nabo creyendo que es la longaniza, y tiene un evidente valor despectivo […]. El diminutivo en el título de la obra no hace más que subrayar la agudeza satírica de la mirada, sería equivalente al Francesillo con que se designaba al bufón del Emperador.

Después del prólogo, figuraría el Argumento, que se hizo desaparecer, y en seguida empezaría la obra. La curiosa división en siete tratados sólo pudo hacerla el autor; nadie más que él podía dividir una obra tan breve, lo mismo que él sería también quien puso los epígrafes a los que llamó "tratados". Se asemejan a los que encabezan los capítulos de los libros de caballería; como se dice al final del prólogo de la Historia de los nobles caballeros Oliveros de Castilla y Artús d´Algarbe […]. Alguno del Amadís es de factura muy semejante: "De cómo el rey Lisuarte, saliendo a caza como otras veces solía, vio venir por el camino tres caballeros armados, y de lo que con ellos le acaesció" […]. El único epígrafe que disuena en el Lazarillo porque no tiene la estructura de los demás es el del primer tratado […], que tampoco responde a su contenido. Debió de ponerlo el impresor español para dividir lo que vio fundido, el prólogo y el comienzo de la obra.

El término "tratado"está también cuidadosamente elegido; no es el ambiguo "mamotreto" de la Lozana; debe de hacer referencia al contenido "real" de la obra, a su condición de testimonio. Juan de Valdés justifica la forma que da al Diálogo de doctrina cristiana de esta manera: "Y porque fuera cosa prolija y enojosa repetir muchas veces "dijo el arzobispo", y "dijo el cura", y "dije yo", determiné de ponerlo de manera que cada uno hable por sí, de suerte que sea diálogo más que tratado". La declaración "real" de Lázaro está dividida precisamente en "tratados". Antes de comenzar Lázaro a hacer tal declaración, se dirige a la dama que ha solicitado la información para presentarse : es la creencia.

El relato de Lázaro no adopta la forma de una carta, como se ha dicho y yo misma he venido sosteniendo, porque no tiene rasgo alguno que permita su identificación como tal. Es fácil imaginarse a un escribano -en el Diálogo de la lengua, uno, escondido, toma nota del diálogo de los personajes- escribiendo lo que dice Lázaro, porque, como he dicho, el pregonero no sabe escribir. Precisamente sus sucesores, los pícaros, irán a la Universidad para dar verosimilitud a la escritura de su autobiografía. Lázaro no cuenta su vida, sino que hace información del caso. No hay fórmula inicial de carta y, sobre todo, no hay cierre propio de tal género; no hay, por tanto, rasgo alguno que nos lleve a hablar de carta, que nos permita reconocerla. […] El caso del Lazarillo es la materia de la información que solicita la dama y a la que responde Lázaro, y puede hacerlo porque es parte interesada; está implicado en él: él es la tapadera honrosa que ha escogido el arcipreste de San Salvador para ocultar el amancebamiento con su criada. Lázaro declara la información solicitada, y va precedida de la "creencia" que valida su declaración. […] Lázaro no escribe ni dice nunca que lo hace; si se refiere a lo narrado, lo menciona como "dicho" […]. Queda así muy clara la voz del escritor en el prólogo hablando "de esta nonada que en este grosero estilo escribo". El personaje que protagoniza esta nonada no puede escribir porque es analfabeto; su relato es un parlamento, una declaración, que anota con fidelidad un escribano, sin teñirla más que en muy raros casos de términos jurídicos y que responde a la petición de información de "Vuestra Merced". […] Alfonso de Valdés leería la breve relación que Gonzalo Fernández de Oviedo hizo a Carlos V sobre lo que había visto en las Indias; el Sumario de la Natural Historia de las Indias se publica en 1526 en Toledo. El escritor se lo dedica al Emperador, y a él se dirige en todo el reportorio, relación o información. […] Valdés leería ese informe, esa relación de hechos reales; la escribió Gonzalo Fernández de Oviedo para el Emperador cuando la corte -y con ella, Valdés-estaba en Toledo; algunos de los rasgos del género pudieron sugerirle la construcción, la forma del Lazarillo de Tormes.